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Escribir para no olvidar, escribir para revivir

Escribir, me gustó mucho siempre. Desde que tengo memoria ( a los 8 años o así) ya iba a todos lados con 3 cosas indispensables en mi cartera: Una lapicera, un cuaderno y un labial (en ese momento era una crema de cacao con olor a fresa que estaba para comerla). Usualmente lo utilizaba para jugar a la maestra con mis primitos o dibujar cualquier cosa si estaba aburrida. Mas adelante empecé a rellenar agendas y diarios, con fotos, entradas de cine y cosas que no quería olvidar, (porque hasta hoy mi memoria es como la de Dori, el pececito olvidadizo de “Nemo”). Así mi costumbre siguió.


Descubrí que este ejercicio, de sentarme y volcar todo en palabras, me ayudaba mucho esas noches en que mi cabeza no paraba, o que me despertaba muy temprano sin razón en medio de un sueño y ya sabía que no iba a poder dormir. Así ordeno mis pensamientos y sentimientos. A veces saco mis tristezas, como si al escribirlas ya no estuviesen adentro mío sino en ese pedazo de papel y tinta.

Al igual que las cosas lindas cuando me desbordan necesito que salgan para que alguien pueda leerlas, aunque ese alguien, sea yo misma algún otro día.


Viajar me inspira a querer escribir aún más. Todo lo nuevo se arremolina dentro mío y quisiera compartirlo. Las fotos que tomo no me alcanzan y mi entusiasmo me lleva a querer contar lo que vi, lo que sentí.


Hoy decido compartirlo con mas gente, porque me di cuenta de que hay muchos “locos” como yo, que andan por este mundo, buscando, encontrando, disfrutando. Ojalá sirva de inspiración. Ojalá haga viajar, a través de palabras, a otros que no puedan o no quieran hacerlo. Ojalá pueda leerme muchos años más y seguir transportándome a todos estos momentos otra vez.


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