Aterrizando en nuevo continente
- mel poles
- 25 may 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 may 2020
Llegar a Barcelona y los primeros días que transcurrimos en esta bella ciudad no se parecieron en nada a todas mis expectativas.
Bueno, en lo que se refiere a la familia Española, me había hecho a la idea correcta pero eso es como un capitulo aparte.
Desde que llegamos no me siento como un sapo de otro pozo, no me siento tan turista y perdida como en otros lugares a los que he viajado.
Si, obvio que hay muchas cosas diferentes y nuevas, partiendo del Catalàn y terminando en el barrio Gótico que es como un barrio salido de una novela de suspenso. Es increíble darse cuenta que lo comenzaron en su momento los Romanos cuando fundaron Barcino hace unos 2 mil años.
Desde que aterrizamos y subimos al primer bus con las valijas siento que todo fluye, que caminamos por la ciudad como si la estuviésemos redescubriendo, que a cada paso que damos nos encontramos con algo que estaba en el mapa y que no necesariamente estábamos buscando, pero que sabíamos iba a aparecer en determinado momento. Y nos encanta. Nos perdemos a conciencia. Nos perdemos caminando y en bici, pasamos de una avenida a una callecita que nos gusta y a otra y otra, terminamos donde empezamos, terminamos en la otra punta, pero siempre descubriendo algo, disfrutando.
Todavía no pudimos tramitar nuestros papeles, pero no me estresa, como si tuviese la certeza que todo se va a dar como pensamos. Porque si pienso en retrospectiva así fue, todo se fue dando poco a poco para poder salir a pesar de los contratiempos: Ger se recibió, yo recibí mi diploma, llegamos a Barcelona, nos hospedamos los primeros días en un hostel, recorrimos cual turistas la rambla y el casco histórico, nos encontramos con la prima de Ger, Carla; Contacté a mi familia de acá, nos terminamos hospedando con ellos y ahora toca seguir redescubriendo la familia de la que tanto escuché hablar en mi niñez, aquella que fue moldeando mi vida, quien soy hoy. Y eso me llena de ilusión.

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